martes, 12 de mayo de 2020


EL ENFOQUE DE MANEJO DE CASOS: UNA ALTERNATIVA PARA EL CUIDADO DEL CUIDADOR FAMILIAR DEL ADULTO MAYOR.

Velasco Asdrúbal (Dr.)
Profesor Titular a Dedicación Exclusiva. Dr. Ciencias Humanas, Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. Correo: asdrubalvelasco49@gmail.com

Como se sabe, enfermería cumple funciones de docencia y de servicio, tanto en la comunidad como en la consulta, basado en las necesidades de salud de la población, así como la posibilidad de planificar acciones tendientes para la promoción y mantenimiento de la salud. Dentro de las acciones de servicio a la comunidad se encuentra el de velar por la salud de las personas y familias, y el de la organización de grupos de personas que velen por la salud tanto individual como colectivo.
Bajo esta perspectiva considerando el enfoque de la visita domiciliaria y del proceso enfermero como herramientas del cuidado, se propone redimensionar la práctica del cuidado enfermero, con el objeto de agrupar a los cuidadores familiares de los adultos mayores y servir de manera directa e indirecta un servicio brindado bajo la tutela u orientación del personal de enfermería.
La orientación tendría como filosofía la toma de decisiones descentralizada, la dispersión de la planificación, el apoyo de otros profesionales de la salud como Trabajo Social por ejemplo, y la creencia de que el personal de enfermería es lo suficientemente capaz para ser un recurso de calidad dentro del centro de salud, considerando como fundamento el Enfoque de Manejo de Casos (EMC), para el cuidado del cuidador familiar como el recurso objeto, ya que es la persona encargada de brindar los cuidados paliativos al adulto mayor tomando en cuenta cada caso como particular y la importancia de tratar al cuidador familiar directamente en el hogar, en vista de que la acción cuidadora es muy distinta una de la otra.
El EMC es una intervención individual que facilita el cuidado del adulto mayor en el hogar por parte del familiar encargado. Los elementos claves son el enfoque holístico manejado por el personal de enfermería en la evaluación de las necesidades del cuidador familiar y el apoyo y la educación ofrecidos a los cuidadores mediante grupos de apoyo y manejo de casos a través de las propias experiencias.
De acuerdo a Velasco (2015), según la respuesta viva relacionada con la percepción que posee el cuidador familiar acerca de la práctica del cuidado brindado al adulto mayor, la habilidad de cuidado del cuidador familiar se encuentra poco desarrollada, y no tiene asociación con el grado de dependencia. Se evidencia que a mayor tiempo de cuidado, los cuidadores reflejan más compromiso y disposición para hacerlo, ya que a medida que pasa el tiempo el cuidador desarrolla habilidades con base al grado de compromiso con el cuidado del adulto mayor. Es por esto que con relación a la distribución de roles y división del trabajo el principal sistema social del adulto mayor y el apoyo que recibe viene de su familia, brindando apoyo social, funcional, económico o material, afectivo y asistencia en diversas formas. En vista de que el cuidador familiar no tiene formación en salud, no recibe remuneración económica y cumple con este papel sin someterse a normas de horario ni de procedimiento. Estas personas, pasan gran parte del día con la persona que cuidan y en la mayoría de los casos conviven con ella.
En este sentido, el EMC permite que los cuidadores familiares puedan desarrollar un plan de trabajo con la ayuda del personal de enfermería y el apoyo de una evaluación de necesidades sociales, de salud y de vivienda, haciendo énfasis en la delegación del manejo directo e indirecto del cuidado del cuidador familiar a la enfermera o enfermero de salud comunitaria, junto con las herramientas, apoyo y dirección por parte de la institución para lograr esta responsabilidad.

EL CUIDADOR FAMILIAR Y LA MAGNITUD DEL CUIDADO DEL ADULTO MAYOR

Velasco Asdrúbal (Dr.)
Profesor Titular a Dedicación Exclusiva. Dr. Ciencias Humanas, Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. Correo: asdrubalvelasco49@gmail.com

La situación demográfica actual a nivel mundial indica claramente la tendencia al crecimiento de los grupos de personas que superan los 60 años de edad. Desde las últimas décadas, en la población mundial se ha incrementado el número de envejecientes, quienes cotidianamente plantean diversidad de necesidades acordes a esa etapa de la vida. El envejecimiento individual ha estado presente como objeto de estudio en todas las etapas del desarrollo social y ha sido siempre de interés para la filosofía, el arte y la medicina. Sin embargo, durante el presente siglo más personas sobrepasan las barreras cronológicas que el hombre ha delimitado como etapa de vejez y el envejecimiento poblacional se ha convertido hoy en un reto para las sociedades modernas.
La Oficina Panamericana de la Salud (OPS, 2014), en un informe preparado en conjunto con el Instituto Merck para el Envejecimiento y la Salud en América Latina y el Caribe (MIAH), refieren que para el 2025, al menos el 10% de la población tendrá 60 años o más, y la población de adultos mayores, aumentará un 138%, es decir, de 42 millones a 100 millones. Cabe destacar que el aumento de la población adulta mayor en Latinoamérica y el Caribe se remonta, al menos en parte, a los descubrimientos revolucionarios en medicina y en salud pública, especialmente a la reducción de la mortalidad infantil, que comenzó después de 1930, y no a las mejoras en los estándares generales de vida. Esto requiere de modificación de estilos de vida desde edades jóvenes, que les permita alcanzar una esperanza de vida mayor.
Demográficamente Venezuela, presenta un cambio progresivo y acelerado de su pirámide poblacional, observándose la reducción de la base de las pirámides desde 1990 y proyección 2025, indicando una disminución del porcentaje de la población de menor edad, y a su vez un crecimiento del porcentaje de la población adulta. El aumento de la edad media acumulará la mayoría de la población en los grupos que se encuentran en la etapa más productiva de su vida. De acuerdo al Censo de Población y Vivienda del 2011, en Venezuela se registraron 243.425 personas de 80 años y más, cifra que aumentará a 323.575 para  el 2015 (Instituto Nacional de Estadística INE, 2011).
Igualmente en Venezuela para el 2010, se registró una tasa de crecimiento interanual de 1,64% con respecto al año 2009. Entre 1950 y 2011, la población total creció de 5.1 a 27.3 millones de habitantes, con una tasa de crecimiento media anual de 3,37%. En estos años las relaciones de dependencia son las más bajas, es decir, las personas en edad para trabajar (15 a 64 años = 25 millones) tendrán a su cargo menos personas dependientes (menores de 15 años = 4,1 millones y mayores de 64 años = 8,6 millones) (INE, 2014). Al igual que muchos países de América Latina, el proceso de envejecimiento se está dando sin un desarrollo económico capaz de asegurar los recursos necesarios para proporcionar a los grupos de mayor edad una calidad de vida aceptable (Martínez y Fernández, 2008). Según el Informe “Género, Salud y Desarrollo en las Américas: Indicadores Básicos del 2011” (OPS, 2011 p. 3), la Esperanza de Vida a los 60 años es de 77.5 para las mujeres y de 71.6 para los hombres, lo que significa de alguna manera el mejoramiento de los estilos de vida de la población.
De igual manera, la población adulta mayor para el estado Mérida de acuerdo al INE (2011), representa el 6,80%; el 8,06% habita en el Municipio Libertador, población que es atendida en Mérida, por 3 redes ambulatorias “El Llano”, “Venezuela” y “Belén”. La atención ambulatoria se apoya de alguna manera, en la familia del adulto mayor, por lo que equivaldría más o menos, a la misma cantidad de cuidadores familiares, los que ayudan a brindar cuidados de salud en el hogar.
El adulto mayor es una de las prioridades que deben tener los diferentes organismos y niveles de gobierno de un país. El hecho de implementar políticas a favor del adulto mayor de cada región implica una serie de adecuaciones y adaptaciones que beneficien la integridad de este grupo etario. En los últimos treinta años del siglo XX la dinámica demográfica se modificó por el intenso descenso de la fecundidad y como consecuencia, la estructura de las edades de la población también varió. (Fondo de Población de las Naciones Unidas en Venezuela – UNFPA, 2006).
Ahora la preocupación por el cambio poblacional apunta a considerarlo como uno de los problemas socioeconómicos más trascendentes del siglo XXI (Ospina, 2001), y en este proceso, la globalización ha sido fundamental, al ir transformado de manera profunda la concepción del desarrollo, donde el papel de los gobiernos locales y regionales es esencial para la promoción del desarrollo de programas que mejoren su estilo de vida. La meta debe permitir que los individuos disfruten de todos los derechos humanos, ya que la verdadera amenaza no es la  globalización sino la homologación de la vejez. La globalización está ligada tanto a la economía como al envejecimiento de la población.
El mayor impacto social y probablemente económico del envejecimiento, se desprende de los cambios en el estado de salud que conlleva (Ham y Gutiérrez, 2001). Los factores determinantes y condicionantes de la salud del adulto mayor son a nivel individual, el género, la edad, la economía, la educación y la nutrición; a nivel intermedio están la familia, los servicios médico-sociales, la pobreza, el empleo, la vivienda y  las políticas de vejez; y más remoto, se encuentra las políticas de población, el desarrollo y los patrones culturales.
Con base a lo expuesto anteriormente, el estado de salud de la población de edad avanzada en su conjunto, tiene un peso específico que recae en el sistema de salud en mayor o menor grado en función de la eficiencia de éste. En tal contexto de la interdependencia, más que los eventos agudos, es la morbilidad crónico - degenerativa y sus consecuencias no letales, en particular de la dependencia.
  Por otro lado, la Enciclopedia Británica define el envejecimiento como el cambio gradual e intrínseco en un organismo que conduce a un riesgo creciente de vulnerabilidad, pérdida de vigor, enfermedad y muerte (Mishara y Redel, 2000). Tiene lugar en una célula, en un órgano o en la totalidad del organismo de cualquier ser vivo.
En la sociología de la vejez, los sistemas de cuidados se insertan en el campo más amplio de la discusión académica sobre el apoyo social. En la economía del envejecimiento sin embargo, los cuidados se ubican en el ámbito de la seguridad económica, puesto que si las personas mayores debieran pagar por los servicios de asistencia que reciben de sus parientes, seguramente sus probabilidades de ser pobres aumentarían notablemente.
Existen tres fuentes de cuidado en la vejez: la familia, el Estado y el mercado; ninguna de estas instituciones tiene competencia exclusiva en la provisión de cuidado y, como resultado de ello, no siempre existe una clara división entre la asistencia que presta cada una, aunque sí hay diferencias respecto de la responsabilidad principal que se les atribuye. Es por ello, que la red de apoyo más importante para el anciano está constituida de hecho por la familia (Marrugat, 2005), y en su rol de cuidadora de ancianos, ha sido señalada por tener como objetivo, mayor seguridad emocional y mayor intimidad, evitando al mismo tiempo los problemas psicopatológicos de la institucionalización: despersonalización, abandono, negligencia, confusión mental, medicalización exagerada y falta de afecto, entre otros. (Diéguez y De los Reyes, 1999)
El cuidado de los familiares a los ancianos enfermos provoca en ellos problemas de diversa índole: influye en el desarrollo normal de sus actividades laborales, conlleva a privaciones en el cónyuge e hijos y restringe su vida social, generando agotamiento físico, estrés y angustia, e incluso disfunciones o desequilibrio en todos los miembros de la familia (De los Reyes, 2001). En este sentido, cobran vida los cuidadores familiares, es decir, “la persona no profesional que ayuda a título principal, parcial o totalmente, a una persona de su entorno que presenta una situación de dependencia en lo que respecta a las actividades de la vida diaria”. (Confederación de Organizaciones de la Unión Europea. COFACE, 2006. p. 2). Esta ayuda regular puede ser proporcionada de modo permanente o no, y puede adoptar varias formas, particularmente cuidados básicos, ayuda en la educación y vida social, gestiones administrativas, coordinación, vigilancia permanente, apoyo psicológico, comunicación, actividades domésticas, entre otros. 
Cuando se trata del cuidado de las personas en el hogar, la responsabilidad recae principalmente en la familia, especialmente en las mujeres del hogar (Velasco, 2010), bien sea, por asignación sociocultural, elección del enfermo o auto asignación. Sin embargo, existen otros miembros del hogar, vecinos y amigos, que realizan actividades de cuidados adjudicadas a partir de su relación con el adulto mayor, o por la aceptación del mismo, y este se realiza de acuerdo al nivel de responsabilidad asignado y al tiempo disponible del cuidador. En este sentido, las mujeres asumen el liderazgo para la distribución de actividades y realizan las tareas de cuidado directo, y los hombres participan activamente en tareas secundarias y/o de apoyo. (Isla, 2000)
Así mismo, el primer cuidador familiar suele ser el cónyuge y frente al desborde, los hijos, suelen ser quienes toman a cargo la tarea. En la práctica cotidiana son las mujeres las que cuidan de sus maridos afectados por distintas dolencias y habitualmente una de las hijas del matrimonio, es la que debe continuar con la tarea (si es soltera o viuda suele ser la convocada), los hijos varones en muy pocas ocasiones se hacen cargo del cuidado de sus padres. Estas necesidades específicas son el terreno dentro del cual adquiere relieve la figura del cuidador. Hoy día, el trabajo de cuidador, además de continuar siendo ejercido por miembros de la familia, ha adquirido prácticamente niveles de profesionalización, siendo cada día mayor la demanda de cuidadores capacitados, por lo que el tiempo dedicado al cuidado a la salud y las características de los hogares de los cuidadores y enfermos, son claves para determinar la percepción acerca de la realización del cuidado, visto como la acción de cuidar (preservar, guardar, conservar, asistir). El cuidado implica ayudar a la otra persona, tratar de incrementar su bienestar, evitar que sufra algún perjuicio. En este sentido, es necesario conocer los aspectos socioculturales, la dinámica y las necesidades del hogar, así como la percepción de las instituciones sobre el cuidado de los adultos mayores.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG, 2004), considera que los motivos por los que se cuida a una persona mayor, es que la mayoría de las personas que cuidan a sus familiares están de acuerdo en que se trata de un deber moral que no debe ser eludido y que existe una responsabilidad social y familiar, y unas normas sociales, que deben ser respetadas. Sin embargo, no es ésta la única razón que puede llevar a las personas a cuidar a sus familiares. La mayor parte de estos cuidadores principales son, como se ha visto, mujeres: esposas, hijas y nueras. Hasta tal punto es así que ocho de cada diez personas que están cuidando a un familiar mayor son mujeres entre 45 y 65 años de edad. (SEGG, 2004)
Una de las principales razones de que la mayoría de los cuidadores sean mujeres es que, a través de la educación recibida y los mensajes que transmite la sociedad, se favorece la concepción de que la mujer está mejor preparada que el hombre para el cuidado, ya que tiene más capacidad de abnegación, de sufrimiento y es más voluntariosa.
Por otro lado, la experiencia de cuidado está muy influenciada por el tipo de relación que mantiene el cuidador y la persona cuidada, antes de que esta última necesitara ayuda para continuar respondiendo a las demandas de la vida cotidiana. El parentesco existente entre el cuidador y la persona cuidada es un factor importante que influye en gran medida en la experiencia de cuidado.
Entre tanto, ocurren diversas situaciones en la vida de los ancianos, tales como la pérdida de la familia, recursos económicos insuficientes, conflictos familiares, y el hábitat en viviendas inadecuadas, que interfieren en el desarrollo de su vida. Esto hace igual la particularidad de que los cuidados que deban brindarse a los adultos mayores, estén condicionados por ciertas características, sociales, económicas, culturales y educativas tanto de la persona cuidada como del cuidador, lo que hace pensar que el conocimiento y la experiencia del cuidador, son herramientas esenciales que permiten la satisfacción de las necesidades de la vida diaria del adulto mayor.
En este sentido, cuidar a un adulto mayor en el hogar, ofrece una gran cantidad de oportunidades y experiencias para aprender a cuidar al anciano, siempre y cuando estén dadas las condiciones sociosanitarias, económicas, de relaciones y educativas del cuidador. Asimismo, esta relación permite un aprendizaje y la estructuración de toda una serie de ideas, creencias y conceptos que los cuidadores van desarrollando en relación con el cuidado del anciano, razón por la cual se torna fundamental, rescatar sus opiniones, experiencias, sensaciones y emociones derivadas de su vida cotidiana. 
Con base a lo anterior, Pinto (2006), hace referencia de una relación transpersonal “paciente – cuidador”, y señala que “el cuidador puede ser el profesional de enfermería, o un miembro de la familia o cualquier otro miembro del equipo de salud y por las acciones para brindar cuidado e un amigo o un vecino” (p. 57), ya que ejemplifica el proceso de cuidado humano a humano y demuestra la mezcla de conocimiento científico de enfermería y el arte de la experiencia interpersonal. El valor del cuidado humano y cuidar implica un nivel más alto del espíritu del ser. Cuidar involucra un compromiso ético o moral hacia la protección de la dignidad humana. Para Watson (1988), en Rivera y Alvarado (2007), el cuidado significa “tratar al individuo como persona, preocupación y empatía, proceso de comunicación y esfuerzo extra, ya que es un fenómeno social universal que sólo resulta efectivo si se practica en forma interpersonal” (p. 5).
Las experiencias se pueden ver reflejadas en las representaciones sociales que estos cuidadores tienen con respecto al envejecimiento y por consiguiente a las acciones para brindar cuidado en esta fase de la vida, y se construyen a partir de la objetivación, es decir de la consistencia dada a las ideas y coherencia entre las acciones y las palabras, y a través de la aplicación de ese esquema conceptual, a la realidad social y la vida cotidiana, es decir, al desarrollo de actos y de actitudes en la sociedad. (Moscovici, 1961). En este sentido, la percepción del cuidado brindado por los cuidadores familiares se estructuran con base a tres dimensiones: la información, la actitud y el campo representacional. (Araya, 2002)
La información se relaciona con los conocimientos que los cuidadores tienen acerca del adulto mayor a partir de la comunicación compartida socialmente y del tipo o forma de proveer los cuidados de acuerdo a la capacidad funcional; de la muestra de las emociones y la sensibilidad (actitud) que genera en el cuidador el adulto mayor, y del campo representacional que se refiere al modelo o imagen que el cuidador se hace de la acción del cuidado del adulto mayor (Rodríguez, Andrade y Marques (2011). Cada cuidador es diferente, no puede interpretarse de una manera estática y lineal la transición de la persona cuidadora. A lo largo del proceso de cuidar, se irán manifestando sentimientos y conductas propias de diferentes etapas y se observarán avances y retrocesos.  
Los adultos mayores como parte de su proceso de envejecimiento, se tornan más dependientes lo que hace que necesiten ser cuidados por otras personas, por lo que el interés principal es identificar las representaciones sociales elaboradas por los cuidadores familiares, con respecto a sus experiencias particulares (cuidados), durante sus actividades cotidianas. El adulto mayor al igual que los cuidadores familiares, tienen un sinfín de necesidades que deben de cubrir. Muchas de ellas son más del ámbito social y emocional que físico, las cuales sí son atendidas de manera oportuna, la calidad de vida sería mejor.

Referencias bibliográficas

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Rivera L. y Alvarado T. (2007). Cuidado humanizado de enfermería: visibilizando la teoría y la investigación en la práctica, en la Clínica del Country. Disponible en: http://www.docentes.unal.edu.co/lnriveraa/docs/CUIDADO%20HUMANIZADO%20DE%20ENFERMERIA%20VISIBILIZANDO%20LA%20TEORIA%20Y%20LA%20INVESTIGACION%20EN%20LA%20PRACTICA.pdf  [Consultado el 16 de marzo de 2014] 
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CUIDADOS Y PERFIL DE SALUD DEL CUIDADOR FAMILIAR Y DEL ADULTO MAYOR: UNA MIRADA DESDE LA PERSPECTIVA DEL INVESTIGADOR

Velasco Asdrúbal (Dr.)
Profesor Titular a Dedicación Exclusiva. Dr. Ciencias Humanas, Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. Correo: asdrubalvelasco49@gmail.com

El criterio de validez y ventajas del estudio según el investigador
           
Lo siguiente describe parte de los resultados de la investigación relacionada con la interpretación de la percepción del cuidador familiar sobre el cuidado que brinda al adulto mayor residenciado en comunidades adscritas al Ambulatorio Urbano III “Belén” de Mérida, Venezuela.
En este sentido se delimita al perfil de salud del adulto mayor y del cuidador familiar, por lo que según el investigador, un aspecto considerado en cualquier investigación es la calidad de la información recopilada. Desde la perspectiva cualitativa se persigue el saber de los procesos de identidad de los sujetos teniendo en cuenta el valor del discurso emitido (Colina y Medina, 1997). La evaluación fue básicamente inductiva-deductiva, ya que los aspectos más importantes e interesantes, siguieron el juicio subjetivo como investigador con base a la representación social como base en el diseño, por lo que se asumió que las acciones sociales se producen en los cuidadores familiares, según su forma de percibir, entender, interpretar, juzgar y organizar su mundo. Cada una de las respuestas fue cotejada haciendo uso del sistema de triangulación de información, así como la confirmabilidad a través de las técnicas de recolección, análisis e interpretación de la información proporcionada por los cuidadores familiares.
Por otro lado el significado contextual estuvo relacionado con la experiencia en el área de la enfermería comunitaria, en cuanto a la temática tratada. Es decir, el nivel de comprensión, los medios de información y el ambiente se justifican con la participación activa del investigador en el momento de recolectar la información. Asimismo, el grado de homogeneidad fue alto; las respuestas recabadas coincidieron en muchos aspectos, por lo que la saturación se alcanzó una vez comenzada la repetición de la información por parte de los entrevistados.
La investigación posee consistencia interna en cuanto a procedimientos y validación de la información recabada, la cual se puede extrapolar a diferentes ambientes y situaciones relacionadas con la salud. Posee también fiabilidad ya que refleja la coherencia de las observaciones de los grupos focales con las respuestas u observaciones proporcionadas, ya que las notas fueron tomadas durante la actividad en grabadoras.
En cuanto a las ventajas que muestra el estudio, se encuentran las relacionadas con el investigador, el cual mantuvo una postura neutral, así como el manejo de los criterios éticos y profesionales que facilitaron la recabación de la información; el nivel de validez y fiabilidad de la investigación que se hizo con el respaldo de los datos recolectados; el ambiente de trabajo, el cual fue un lugar cómodo y aceptado por los cuidadores familiares, y el análisis de la información que se hizo fue siguiendo la agrupación de las categorías, cada una con sus respectivas sub-categorías emergentes con sus código vivo.

Resultados acerca del perfil de salud del cuidador familiar

La distribución por edad y género del cuidador familiar del adulto mayor, cerca de un tercio de los cuidadores tienen 35 a 39 años de edad; un cuarto  están en el grupo de 40 a 44 años y un quinto de ellos en el grupo de 45 y más años. En cuanto al género la mayoría de los cuidadores familiares es de género femenino, para una razón de mujeres cuidadoras con respecto a los hombres de 3/1, así como un tercio de los cuidadores hombres tienen 35 o más años de edad, y entre las cuidadoras mujeres se encontró la edad del cuidador entre los 35 a 44 y más años con cerca de un quinto de la población entrevistada.
Como aspecto más llamativo el perfil de quienes cuidan a las personas mayores, según Rodríguez (1995), es el género femenino. Más de la mitad son mujeres, lo que implica desigualdad en el reparto de las obligaciones en la casa, lo que con el paso del tiempo, la tendencia es al alza. 
En cuanto al estado civil la mitad de los cuidadores familiares está casado (a), más de la mitad son hijos mientras que el resto son hermanos, hijos, yernos u otros (familiares)
La iniciativa para iniciar la prestación de la ayuda procede en la mayor parte de los casos del propio cuidador/a, y en un segundo término, se trata de una decisión familiar. En este aspecto las respuestas presentan grandes diferencias según el grado de parentesco que les una a la persona mayor, pues para los cuidadores que son familia política de los mayores la presión del entorno familiar parece resultar mayor. Acá pudiera pensarse, que el sentido de obligación moral provoca emociones positivas en la relación de ayuda y, al mismo tiempo, sentimientos encontrados ante la dificultad de conciliarlos con la vida personal y el trabajo.
Con relación al nivel de instrucción y el tiempo de cuidado del adulto mayor, cerca de un tercio de los cuidadores familiares tienen son profesionales y tiene más 4 a 6 años cuidando al adulto, ocupando más  de 12 horas diarias de cuidado. Asimismo, más de mitad de la población tiene una situación laboral activa mientras que el cerca de la mitad económicamente no son activos, por lo que pudiera repercutir de alguna manera en el ingreso familiar, en vista de que 13 de los entrevistados son profesionales, pero que el ejercicio de éste, puede implicar mayor desgaste en el cuidado del adulto mayor. Esto demuestra que el grado de dependencia del anciano del familiar es alto, por lo que el riesgo de cansancio del cuidador también será mayor en la medida de que las actividades instrumentales de la vida diaria cada vez sea más satisfechas por el familiar.
De acuerdo a la sobrecarga del cuidador familiar a través de la Escala de Zarit, la mitad de los cuidadores familiares presentaron sobrecarga del cuidado. En este sentido, 12 de los 23 cuidadores, entre otros aspectos, consideran que han perdido el control sobre su vida desde que están al cuidado del adulto mayor, así como desearían poder encargar el cuidado de su familia o paciente en todo caso, a otra persona. Así mismo, la mayoría de los entrevistados manifestaron que se sienten avergonzados por el comportamiento de su familiar, lo que pudiera incidir en el cansancio del cuidador, y dificultad en el desempeño del rol.
Más de la mitad de los cuidadores familiares tienen 35 o más años de edad y son en su mayoría de género femenino, es decir, una razón de mujeres cuidadoras con respecto a los hombres de 3/1. De manera que por cada 3 mujeres que se encargan del cuidado de los adultos mayores un hombre ejerce este rol, y la mayoría de ellos tienen 35 o más años; un poco más de la mitad de los cuidadores familiares están casados, así como más de la mitad son esposos o esposas de los adultos mayores; el total de la población entrevistada son alfabetos funcionales, y  más de la mitad tienen menos de 3 años hasta 6 años cuidando al adulto.
Estos resultados concuerdan con el perfil de la mayoría de los casos de una investigación realizada por Velasco, Ortiz, González y Rojas (2010), en el sector Don Tobías de Trujillo, la cual el 73% eran mujeres. Así como el realizado por Barrera y Duarte (2007), donde el 90% de los cuidadores no Profesionales pertenece al género femenino, lo cual confirma la teoría sobre el hecho de que el papel de cuidador familiar generalmente es asumido por las mujeres, sean estas esposas, hijas o hermanas, debido a que la mujer es considerada como cuidadora “natural”. Asimismo, los cuidadores familiares son entre otras personas, familiares directo del anciano. La esposa o el esposo por lo general son cuidados por sus hijos, sobrinos o hermanos. Resultados que se asemejan a los encontrados por Velasco y col. (ob. cit.), cuando señalan que el 54% o más de los cuidadores son hermanas (os) o hijas (os).
Tradicionalmente, han sido las familias las que han asumido el cuidado de las personas dependientes, a través de lo que ha dado en llamarse “apoyo informal”. Para ser más exactos, habría que puntualizar que esa función ha recaído y recae, casi en exclusiva, en las mujeres del núcleo familiar, (esto es, en las madres, cónyuges, hijas o hermanas de las personas dependientes), y, dentro de éstas, en las mujeres de mediana edad, sobre todo en el grupo formado por las que tienen entre 45 y 69 años. (IMSERSO, 2004)
Por otro lado, un tercio de la población estudiada le ocupa más de 12 horas diarias dedicadas al cuidado del adulto mayor; más de la mitad tiene una situación laboral activa mientras que cerca de la mitad no son activos, por lo que pudiera repercutir de alguna manera en el ingreso familiar, en vista de que 7 de los 23  entrevistados son profesionales, pero que el ejercicio de éste, puede implicar mayor desgaste en el cuidado del adulto mayor. Esto demuestra que el grado de dependencia del anciano del familiar es alto, por lo que el riesgo de cansancio del cuidador también será mayor en la medida de que las actividades instrumentales de la vida diaria cada vez sea más satisfechas por el familiar, por lo que desarrollar la labor de cuidador requiere un alto grado de paciencia, para evitar el conjunto de problemas de orden físico, psíquico, emocional, social o económico que pueden experimentar.
Con la aplicación del Test de Zarit, más de la mitad de los cuidadores familiares presentaron sobrecarga intensa, solo 3 de los 23 cuidadores no presentó sobrecarga del cuidado. En este sentido, 12 de los 23 cuidadores, entre otros aspectos, consideran que han perdido el control sobre su vida desde que están al cuidado del adulto mayor, así como desearían poder encargar el cuidado de su familia o paciente en todo caso, a otra persona. Así mismo, la mayoría de los entrevistados manifestaron que se sienten avergonzados por el comportamiento de su familiar, lo que pudiera incidir en el cansancio en el rol de cuidador. Situación que se desarrolla a través del tiempo y se presenta en las personas que asumen el cuidado en particular de una persona que presenta algún tipo de limitación o dependencia, y se va desarrollando paulatinamente al ir asumiendo actividades que implican de manera continua carga física y  psíquica. (González, 2002)
Cuando se considera el desgaste del cuidador como una variable de estudio, es importante tomar en cuenta las patologías asociadas de los ancianos. Las enfermedades crónico - degenerativas hace tender a la dependencia de otras personas para sus cuidados. En este sentido, las actividades instrumentales de la vida diaria estarían muy limitadas sobre todo, las que requiere de mayor esfuerzo físico, por lo que la ayuda del cuidador familiar en este momento, cobra mayor importancia.
En cuanto al perfil de salud y capacidad funcional para las actividades instrumentales de la vida diaria del adulto mayor, un poco más de un tercio de los adultos mayores están en el grupo de edad de 65 a 69 y 70 a 74 años, de los cuales casi la mitad son de género femenino, para una razón de ancianas con respecto a los ancianos de 3/1. Más de la mitad de los adultos entrevistados tienen pareja y el resto son solteros, viudos o divorciados, lo que demuestra el alto índice de dependencia que tienen los ancianos  de sus hijos o de otro familiar. Según el nivel de instrucción y número de hijos, un poco más de los adultos mayores tienen la primaria incompleta, mientras que el resto, han completado la primaria, la secundaria o son profesionales.
Con relación al número de hijos, un poco más de la mitad tiene 3 o menos hijos y cerca de tres cuartos de los adultos mayores están jubilados, lo que significa que en todos los hogares hay alguna entrada económica. De igual manera, casi la totalidad de los adultos mayores tienen alguna patología asociada, de los cuales un poco más de un tercio son diabéticos más hipertensos. Todas estas enfermedades son crónico - degenerativas lo que hace tender a la dependencia de otras personas para sus cuidados. En este sentido, las actividades instrumentales de la vida diaria estarían muy limitadas sobre todo, las que requiere de mayor esfuerzo físico, por lo que la ayuda del cuidador familiar en este momento, cobra mayor importancia. Esto se enfatiza con cerca de la mitad de los adultos mayores que son dependientes, un tercio de ellos dependientes intermedios y el resto independientes.
En este sentido, las actividades instrumentales que determinan la capacidad funcional de los adultos mayores se detalla de la siguiente manera: los adultos mayores son capaces de utilizar el teléfono por iniciativa propia, buscar y marcar los números, marcar bien algunos números conocidos y contestar el teléfono, pero no de marcar, pero, 2 de ellos si son capaces de utilizar el teléfono en absoluto.
En lo que respecta al ir de compras, más de la mitad de los entrevistados necesitar ir acompañados , así como  la mayoría de los adultos mayores necesita que le preparen y le sirvan las comidas, solo cuatro (4) de ellos prepara adecuadamente las comidas, si se le proporcionan los ingredientes necesarios.
En cuanto al cuidado de la casa un tercio y la mayoría es incapaz de realizar la tarea ya que el lavado de ropa debe ser realizado por otra persona, mientras que el 13% de ellos lava por sí mismo o misma pequeñas prendas como medias por ejemplo. Solo tres (3) de ellos lava por sí mismo (a) toda su ropa. 
Con relación al uso del transporte, llama la atención que la mayoría de los entrevistados son capaces de coger un taxi, pero no usa otro medio de transporte; otros viajan en transporte público cuando van acompañados por otra persona, mientras que otros utilizan el taxi o el automóvil sólo con ayuda de otras personas. 
Respecto a su medicación, cerca de tres cuartos de los adultos mayores toma su medicación si se le prepara con anticipación y en dosis separadas; un poco más de la mitad es incapaz de manejar dinero; un cuarto de ellos realiza las compras de cada día, pero necesita ayuda en las grandes compras o ir al banco, y un poco menos de un cuarto maneja los asuntos financieros con independencia (presupuesta, rellena cheques, paga, recibos y facturas, va al banco), recoge y conoce sus ingresos. En este sentido, la programación de actividades debe contemplar el tiempo para los cuidados personales. Igualmente, un poco más de un tercio de los cuidadores familiares presentaron signos y síntomas de sobrecarga leve, así como de sobrecarga intensa, lo que da a entender que si no se toman las medidas correctas para su cuidado los padecimientos producto del desempeño van a ser cada vez mayores. Estos resultados muestran la tendencia al cansancio del cuidador familiar del adulto mayor.
Entre los aspectos que resaltan más y que muestran la tendencia hacia la sobrecarga del familiar se encuentran: la solicitud de más ayuda de la que realmente necesita, estrés al tener que cuidar a su familiar/paciente y tener además que atender otras responsabilidades, vergüenza por el comportamiento de su familiar/paciente, por creer que la situación actual afecta a su relación con amigos u otros miembros de su familia de una forma negativa, por sentir que su familiar/paciente depende de él o ella, por sentirse agotada(o) cuando tiene que estar junto a su familiar/paciente, porque cree que su salud se ha visto afectada por tener que cuidar a su familiar/paciente, por sentir que no tiene la vida privada que desearía a causa de su familiar/paciente, por creer que su familiar/paciente espera que le cuide, como si fuera la única persona con la que pudiera contar, y por creer que no dispone de dinero suficiente para cuidar de su familiar/paciente, además de sus otros gastos.
En lo que respecta a las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD) del adulto mayor, casi la mitad de los adultos son dependientes, lo que significa un mayor trabajo para los cuidadores, por lo que las oportunidades de satisfacción personal se ven limitadas, así como las del disfrute de la intimidad de las parejas. En este sentido, la programación de actividades debe contemplar el tiempo para los cuidados personales. Igualmente, un poco más de un tercio de los cuidadores familiares presentaron signos y síntomas de sobrecarga leve, así como de sobrecarga intensa, lo que da a entender que si no se toman las medidas correctas para su cuidado los padecimientos producto del desempeño van a ser cada vez mayores. Estos resultados muestran la tendencia al cansancio del cuidador familiar del adulto mayor.
Entre los aspectos que resaltan más y que muestran la tendencia hacia la sobrecarga del familiar se encuentran: la solicitud de más ayuda de la que realmente necesita, estrés al tener que cuidar a su familiar/paciente y tener además que atender otras responsabilidades, vergüenza por el comportamiento de su familiar/paciente, por creer que la situación actual afecta a su relación con amigos u otros miembros de su familia de una forma negativa, por sentir que su familiar/paciente depende de él o ella, por sentirse agotada(o) cuando tiene que estar junto a su familiar/paciente, porque cree que su salud se ha visto afectada por tener que cuidar a su familiar/paciente, por sentir que no tiene la vida privada que desearía a causa de su familiar/paciente, por creer que su familiar/paciente espera que le cuide, como si fuera la única persona con la que pudiera contar, y por creer que no dispone de dinero suficiente para cuidar de su familiar/paciente, además de sus otros gastos.
En cuanto a los cuidados que el cuidador familiar le provee al adulto mayor en el hogar, el cuidador ayuda “Casi Siempre” en las actividades de la casa (cocinar, lavar, planchar), así como para la higiene personal; entre “Casi Siempre” y “Frecuente” los cuidadores ayudan para el transporte fuera del domicilio, así como “Casi Siempre” para el desplazamiento en el interior del domicilio. Igualmente, la mayoría de los cuidadores “A veces” ayuda para la administración del dinero y bienes, así como es “Frecuente” la ayuda para las tomas del medicamento, en la facilitación en el uso del teléfono, en la solución a situaciones conflictivas, y en ayudarlo a comunicarse con los demás cuando existe dificultad para hacerlo.
Necesidades básicas como la alimentación, se ven generalmente afectadas por la capacidad funcional. Los adultos mayores por diferentes factores no tienen un adecuado acceso y consumo de alimentos, aspecto que puede considerarse como un factor deteriorante de su estado de salud, lo que contribuye a los procesos de fragilización en esta etapa. Dichos cambios que el adulto mayor experimenta, pueden ser modificados por los patrones de alimentación y el estado nutricional, convirtiéndose en un factor de riesgo importante de morbilidad y mortalidad, contribuyendo a una mayor predisposición a infecciones y a enfermedades crónicas asociadas con el envejecimiento lo que disminuye la calidad de vida (Rubio, 2002).
La mayoría de los cuidadores familiares “Casi Siempre” provee cuidados al adulto mayor en el hogar. Todos de alguna manera colaboran con la higiene personal y con el transporte, así como para el desplazamiento en el interior del domicilio, con la administración del dinero y bienes, para la tomas del medicamento, en la facilitación en el uso del teléfono, en la solución a situaciones conflictivas, y en ayudarlo a comunicarse con los demás cuando existe dificultad para hacerlo.
En cuanto al nivel educativo y actividad laboral, más de la mitad de los cuidadores cuentan con la secundaria completa y son profesionales, así como más de la mitad tiene una situación laboral activa por lo que repercute de manera positiva tanto en el ingreso familiar como en el cuidado del adulto mayor; situación comparable con un trabajo realizado por Giraldo, Franco, Correa, Salazar y Tamayo (2006), cuando señalan que el ingreso familiar promedio del 89,7% de los cuidadores es menor de dos salarios mínimos legales mensuales y que el 79,5% comparten el papel de cuidadora con otro. Igualmente refieren que el 64,1% están sin actividad económica remunerada.
Con respecto perfil de salud del cuidador familiar, el perfil de salud y capacidad funcional para las actividades instrumentales de la vida diaria del adulto mayor y los cuidados físicos, biológicos, afectivos – espirituales y sociales que les provee el cuidador familia, se concluye lo siguiente:

1.     Como aspecto más llamativo el perfil de quienes cuidan a las personas mayores es el género femenino. Más de la mitad son mujeres, lo que implica desigualdad en el reparto de las obligaciones en la casa, lo que con el paso del tiempo, la tendencia es al alza. 
2.     La iniciativa para iniciar la prestación de la ayuda procede, en la mayor parte de los casos del propio cuidador/a y, en un segundo término, se trata de una decisión familiar. En este aspecto las respuestas presentan grandes diferencias según el grado de parentesco que les una a la persona mayor, pues para los cuidadores que son familia política de los mayores la presión del entorno familiar parece resultar mayor. Acá pudiera pensarse, que el sentido de obligación moral provoca emociones positivas en la relación de ayuda y, al mismo tiempo, sentimientos encontrados ante la dificultad de conciliarlos con la vida personal y el trabajo.
3.     Más de la mitad de los cuidadores familiares tienen 35 o más años, y por cada 3 mujeres que se encargan del cuidado de los adultos mayores un hombre ejerce este rol. Un poco más de la mitad de los cuidadores familiares están casados, así como más de la mitad son esposos o esposas de los adultos mayores; el total de la población entrevistada son alfabetos funcionales, y  más de la mitad tienen menos de 3 años hasta 6 años cuidando al adulto.
4.     Asimismo, los cuidadores familiares son entre otras personas, familiares directo del adulto mayor, y tradicionalmente, han sido las familias las que han asumido el cuidado de las personas dependientes, a través de lo que ha dado en llamarse “apoyo informal”.
5.     Por otro lado, un tercio de la población estudiada le ocupa más de 12 horas diarias dedicadas al cuidado del adulto mayor; más de la mitad tiene una situación laboral activa mientras que cerca de la mitad no son activos, por lo que pudiera repercutir de alguna manera en el ingreso familiar, en vista de que 7 de los 23  entrevistados son profesionales, pero que el ejercicio de éste, puede implicar mayor desgaste en el cuidado del adulto mayor.
6.     Con la aplicación del Test de Zarit, más de la mitad de los cuidadores familiares presentaron sobrecarga intensa.
7.     Cuando se considera el desgaste del cuidador como una variable de estudio, es importante tomar en cuenta las patologías asociadas de los ancianos. Las enfermedades crónico - degenerativas hace tender a la dependencia de otras personas para sus cuidados. En este sentido, las actividades instrumentales de la vida diaria estarían muy limitadas sobre todo, las que requiere de mayor esfuerzo físico, por lo que la ayuda del cuidador familiar en este momento, cobra mayor importancia.
8.     En lo que respecta a las actividades instrumentales de la vida diaria cerca de la mitad son dependientes, lo que significa un mayor trabajo para los cuidadores, por lo que las oportunidades de satisfacción personal se ven limitadas, así como las del disfrute de la intimidad de las parejas.
9.     Igualmente, un poco más de un tercio de los cuidadores familiares presentaron signos y síntomas de sobrecarga leve, así como de sobrecarga intensa, lo que da a entender que si no se toman las medidas correctas para su cuidado los padecimientos producto del desempeño van a ser cada vez mayores. Estos resultados muestran la tendencia al cansancio del cuidador familiar del adulto mayor.
10.  Entre los aspectos que resaltan más y que muestran la tendencia hacia la sobrecarga del familiar se encuentran: la solicitud de más ayuda de la que realmente necesita, estrés al tener que cuidar a su familiar/paciente y tener además que atender otras responsabilidades.
11.  En cuanto a los cuidados que el cuidador familiar le provee al adulto mayor en el hogar, “Casi Siempre” en las actividades de la casa (cocinar, lavar, planchar); “Casi Siempre” y “Frecuente” los cuidadores ayudan para el transporte fuera del domicilio, así como “Casi Siempre” para el desplazamiento en el interior del domicilio.
12.  Necesidades básicas como la alimentación, se ven generalmente afectadas por la capacidad funcional. Los adultos mayores por diferentes factores no tienen un adecuado acceso y consumo de alimentos, aspecto que puede considerarse como un factor deteriorante de su estado de salud, lo que contribuye a los procesos de fragilización en esta etapa.

Referencias bibliográficas

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Giraldo C., Franco G., Correa L., Salazar M. y Tamayo A. (2006). Cuidadores familiares de ancianos: quiénes son y cómo asumen este rol. Rev. Fac. Nac. Salud Pública. 23(2):7-15. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-386X2005000200002&lng=en [Consultado el 10 de marzo de 2015]  
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