lunes, 2 de diciembre de 2019

SÍNDROME DE BURNOUT EN EL PROFESIONAL DE ENFERMERÍA QUE LABORA EN EL ÁREA DE QUIRÓFANO. CIUDAD HOSPITALARIA DR. ENRIQUE TEJERA (CHET). VALENCIA, ESTADO CARABOBO.


SÍNDROME DE BURNOUT EN EL PROFESIONAL DE ENFERMERÍA QUE LABORA EN EL ÁREA DE QUIRÓFANO. CIUDAD HOSPITALARIA DR. ENRIQUE TEJERA (CHET). VALENCIA, ESTADO CARABOBO.

Autores: Velasco Asdrúbal; Lucena C. Moisés D.; Rojas M. Dainubys del C
Año: 2019
RESUMEN

El síndrome de Burnout es una situación que cada vez se hace más frecuente entre los profesionales de enfermería que brindan sus servicios a través de una atención directa, se ha conceptualizado como una sintomatología al estrés crónico y como un trastorno tridimensional de agotamiento emocional, despersonalización, y baja realización de trabajo. Objetivo: Evaluar el síndrome de Burnout en el profesional de enfermería que labora en el área de quirófano de la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera (CHET), de Valencia, estado Carabobo. Metodología: Estudio de tipo descriptivo, con diseñado de campo y de corte transversal. La población estuvo conformada por 50 profesionales, de las cuales solo 20 participaron en el turno diurno de 7am a 1pm, a los que se les aplico la escala de Maslach Burnout. Resultados: El 50% de la estadística demostró que el personal nunca se sienten acabados pero existen factores determinantes de cansancio, estrés, y fatiga por el ámbito de trabajo. La despersonalización del grupo encuestado presentó una respuesta positiva con un 55% que no tratan los pacientes como objetivos impersonales, prevaleciendo la humanidad. En cuanto a sentimientos de auto-eficiencia y realización del personal en enfermería, estos comprenden fácilmente la situación de cada tratando de influir de manera positiva en los pacientes, brindándoles una zona de confort, seguridad, y cuidados propios del área que estimulan y satisfacen a cada enfermero (a) en cuanto sus logros personales. Conclusión: Con relación a los resultados del agotamiento o cansancio emociona dieron a demostrar que es una población cansada diariamente después de cada jornada laboral, y con ciertas tendencias de frustración y estrés. El quirófano es un área de altas exigencias. Se demostró un resultado positivo ya que no se tratan a los pacientes como objetos impersonales, ya que brindan un ambiente de confort, brindan cuidados óptimos propios del área de enfermería influyendo de manera positiva en la calidad de trato a los pacientes. Se evaluó el síndrome de burnout en el profesional de enfermería evidenciándose que se tiene mayor incidencia en enfermeras que laboran en el área de quirófano con un tiempo de servicio mayor de 5 años, entre las edades comprendida mayor de 30 años, que residen fuera de la localidad del hospital.

APLICACIÓN DEL PROTOCOLO DE ADMINISTRACIÓN DE HEMODERIVADOS POR EL PERSONAL DE ENFERMERÍA. CIUDAD HOSPITALARIA DR. ENRIQUE TEJERA (CHET). VALENCIA, ESTADO CARABOBO.


APLICACIÓN DEL PROTOCOLO  DE ADMINISTRACIÓN DE HEMODERIVADOS POR EL PERSONAL DE ENFERMERÍA. CIUDAD HOSPITALARIA DR. ENRIQUE TEJERA (CHET). VALENCIA, ESTADO CARABOBO.

Autores:Velasco, Asdrúbal; Lagos L. Keily J.; Zabala B. María José y Mavares G. Wilmer E.
Año: 2019
RESUMEN

Objetivo: Valorar la aplicación del protocolo de administración de hemoderivados por el personal de enfermería que labora en el área quirúrgica de la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera (CHET) de Valencia, Edo Carabobo, durante el período marzo a septiembre de 2019. Metodología: Estudio descriptivo, no experimental, de campo y transversal. La población estuvo conformada por 24 enfermeras del área quirúrgica del hospital. El instrumento de recolección de datos fue diseñado por los autores bajo la escala dicotómica (SI-NO) con 29 ítems. Resultados: La mayoría del personal de enfermería tienen entre 23 a 27 años de edad, menos de 5 años de servicio, estudios de licenciatura y laboran en el área quirúrgica del hospital. En la aplicación del protocolo 100% recibe el hemoderivado, 95,8 registran la hora de recepción; 100% verifican que los datos, el consentimiento informado y explica al paciente el procedimiento, toma los signos vitales, cumple con las normas de seguridad y sepsis. Durante la administración el  79,2% verifica el material, 95,8% observa al paciente durante el proceso, 75% realiza ajustes, la mayoría vigila que el tiempo y velocidad de transfusión, cambia y retira el equipo de transfusión al culminar el proceso. Posterior a la administración la gran mayoría desecha los materiales en los envases correctos, se lava las manos, registran los signos vitales, vigila al paciente, remite los hemoderivados al Banco de Sangre al culminar el proceso. En cuanto a la efectividad del protocolo el 75% lo conoce, 50% ha recibido capacitación, 95,88 conoce las complicaciones, la mayoría cumple eficazmente el protocolo. Conclusión: En general la aplicación del protocolo de administración de hemoderivados es eficiente, sin embargo se observan ciertas debilidades que pueden ser corregidas con la capacitación y/o actualización del personal sobre el protocolo de administración de hemoderivados.

PRÁCTICA DEL AUTOCUIDADO EN PACIENTES DIABÉTICOS ATENDIDOS EN LA CONSULTA DE APS. UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA. CARACAS, VENEZUELA.

PRÁCTICA DEL AUTOCUIDADO EN PACIENTES DIABÉTICOS ATENDIDOS EN LA CONSULTA DE APS. UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA. CARACAS, VENEZUELA.
Autores:
Velasco, Asdrúbal 
Castillo, Ameli
Pernia, Laura
Año: 2019
RESUMEN

Objetivo: Identificar la práctica del auto cuidado en pacientes diabéticos atendidos en la consulta de APS de la Universidad Nacional Abierta (UNA) de Caracas, Venezuela, durante el período marzo a septiembre de 2019. Metodología: Se ubicó en el método cuantitativo; es una investigación de tipo descriptiva con diseño de campo y de corte transversal. La población estuvo conformada por 25 paciente diabéticos y el cuestionario una vez validado a través de la técnica de juicios de expertos, quedó estructurado en 5 partes con 49 preguntas y 2 opciones de respuestas tipo dicotómico. Resultados: Con relación al perfil del paciente, la mayoría no tienen un peso acorde a su edad e índice de masa corporal arrojando un diagnóstico de sobrepeso. En cuanto a la información sobre la enfermedad y los riesgos para la salud, el 68% considera que la diabetes tiene síntomas, el 80% cree que no tiene cura y el 92% dice que puede complicarse si no se controla. De igual manera el 64% dice que el ejercicio regular disminuye el azúcar en la sangre y el 92% cree en la importancia de comer algo a media mañana y a media tarde; el 96% opina que un diabético debe tener especial cuidado de sus pies y que el exceso de peso puede ser perjudicial para la diabetes, y el 88% considera que es importante el control de la presión arterial. En cuanto al comportamiento relacionado con el consumo de los alimentos, el 78% hace sus compras únicamente lo que necesita; 64% evita tener alimentos prohibidos en su despensa y el 68% no programa sus actividades para evitar romper la dieta. De igual manera el 56% no elije comida saludable al comer fuera de casa y el 60% no tiene conocimiento de los alimentos permitidos. Con relación al cumplimiento de las acciones en cuanto al consumo del tratamiento, el 84% sabe para qué toma el medicamento y el 100% conoce cómo debe tomar el medicamento. Por último, con relación a la conducta del paciente en cuanto a la realización de ejercicios; el 56% de los encuestados no posee un plan de ejercicios, el 88% comprende el propósito de la práctica de ejercicios y el 80% se propone metas que puede cumplir y llevarla a cabo, para aumentar su confianza y motivación. Conclusión: En general nos encontramos con una población relativamente joven, con tendencia al sobrepeso y en su mayoría, a pesar de los estudios universitarios, cursan con la enfermedad desde tiempo, lo que conlleva a la tendencia a manifestar complicaciones propias de la enfermedad, peros están a tiempo de adquirir información suficiente que les permita sobrellevar la patología y sostener un estilo de vida saludable. Recomendaciones: Evaluar periódicamente el estado de salud en general de los pacientes que acuden a la consulta de APS, para detectar oportunamente situaciones de riesgo y así disminuir la morbimortalidad.

LA REPRESENTACIÓN SOCIAL COMO BASE PARA LA COMPRENSIÓN DEL CUIDADO BRINDADO AL ADULTO MAYOR POR LOS CUIDADORES FAMILIARES.


LA REPRESENTACIÓN SOCIAL COMO BASE PARA LA COMPRENSIÓN DEL CUIDADO BRINDADO AL ADULTO MAYOR POR LOS CUIDADORES FAMILIARES.

Autor: Asdrúbal Velasco
Profesor Titular a Dedicación Exclusiva. Escuela de Enfermería de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela.2019

Introducción
Cuando se presentó el trabajo con los cuidadores familias del adulto mayor, se consideró su importancia por ser una labor exigente que comprende la búsqueda constante del bienestar social y de salud de las personas cuidadas, en vista de que el envejecimiento de la población y su tendencia creciente es una de las principales preocupaciones mundiales, tanto en lo que se refiere a su aspecto social como sanitario.
La Organización de la Naciones Unidas (ONU, 2011), en el Informe Mundial sobre el Envejecimiento, reconoce que el mundo está experimentando una transformación demográfica sin precedentes y que para el 2050, el número de personas de más 60 años aumentará de 600 millones a casi 2000 millones, y se prevé que el porcentaje de personas de 60 años o más se duplique, pasando de un 10% a un 21%. Ese incremento será mayor y más rápido en los países en desarrollo, donde se prevé que la población de edad se multiplique por cuatro en los próximos 50 años.
Una consecuencia del envejecimiento en la mayoría de las sociedades es que se reduce el número de personas que trabajan y generan ingresos en comparación con el de las que no trabajan y dependen de los ingresos generados por otros.
La relación de dependencia total del conjunto del mundo se redujo de 74 a 55 personas dependientes por cada 100 personas en edad de trabajar debido a una mayor reducción en la dependencia de los niños. (ONU, 2002). Se piensa que la relación de dependencia total será de 53 en 2025 y para 2050 llegará a 57 dependientes por cada 100 personas en edad de trabajar, debido al aumento de la relación de dependencia en las edades más avanzadas.
En este sentido desde el punto de vista social, el fortalecimiento del cuidado permite la producción de estrategias que fomenten la conformación de redes sociales, donde el personal se capacite y de soluciones en el mejoramiento de la calidad de vida del adulto mayor, haciendo necesario y urgente la atención de las personas, con ciertas limitaciones funcionales, motoras y psicológicas, así como contribuye a la reflexión sobre la vida de los cuidadores que viven separados o con sus familias y las implicaciones que esta separación tiene para el desarrollo de su vida. Para ellos convivir con un adulto mayor, significa estar a la expectativa y de satisfacer en la medida de lo posible las necesidades básicas, instrumentales o avanzadas.
Con base a lo anterior el ensayo busca plasmar el valor del cuidado humano y cuidar implica un nivel más alto del espíritu del ser. Las experiencias se pueden ver reflejadas en las representaciones sociales que estos cuidadores tienen con respecto al envejecimiento y por consiguiente, a las acciones para brindar cuidado en esta fase de la vida.

La representación social y el cuidado del adulto mayor

La situación demográfica actual a nivel mundial indica claramente la tendencia al crecimiento de los grupos de personas que superan los 60 años de edad. Desde las últimas décadas, la población mundial va incrementando el número de envejecientes, quienes cotidianamente plantean diversidad de necesidades acordes a esa etapa de la vida. En este sentido, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), definió en 1974 el envejecimiento “como un proceso fisiológico que comienza en la concepción y que ocasiona cambios, durante todo el ciclo de la vida”. (OMS, 1998). De igual modo, el envejecimiento individual ha estado presente como objeto de estudio en todas las etapas del desarrollo social y ha sido siempre de interés para la filosofía, el arte y la medicina. Sin embargo, durante el presente siglo más personas sobrepasan las barreras cronológicas que el hombre ha delimitado como etapa de vejez y el envejecimiento poblacional se ha convertido hoy en un reto para las sociedades modernas.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2004), en un informe preparado en conjunto con el Instituto Merck para el Envejecimiento y la Salud en América Latina y el Caribe (MIAH), refieren que para el 2025, al menos el 10% de la población tendrá 60 años o más, y la población de adultos mayores, aumentará un 138%, es decir, de 42 millones a 100 millones. Cabe destacar que el aumento de la población adulta mayor en Latinoamérica y el Caribe se remonta, al menos en parte, a los descubrimientos revolucionarios en medicina y en salud pública, especialmente a la reducción de la mortalidad infantil, que comenzó después de 1930, y no a las mejoras en los estándares generales de vida. Esto requiere de modificación de estilos de vida desde edades jóvenes, que les permita alcanzar una esperanza de vida mayor.
Demográficamente al igual que el resto de los países de Latinoamérica, Venezuela presenta un cambio progresivo y acelerado de su pirámide poblacional. La reducción de la base de las pirámides desde 1990, y proyección 2025, indica una disminución del porcentaje de la población de menor edad, y a su vez un crecimiento del porcentaje de la población adulta. El aumento de la edad media acumulará la mayoría de la población en los grupos que se encuentran en la etapa más productiva de su vida. De acuerdo al Censo de Población y Vivienda del 2011 en Venezuela existen 243.425 personas de 80 años y más, y en el 2015 habrá 323.575 personas (Instituto Nacional de Estadística INE, 2013).
Igualmente, en Venezuela para el 2018, registró una tasa de crecimiento interanual de 1,64% con respecto al año 2017. Entre 1950 y 2011, la población total creció de 5.1 a 24.6 millones de habitantes, con una tasa de crecimiento media anual de 3,14%. En estos años las relaciones de dependencia son las más bajas, es decir, las personas en edad para trabajar (15 a 64 años = 23 millones) tendrán a su cargo menos personas dependientes (menores de 15 años = 3,7 millones y mayores de 64 años = 8,3millones) (INE, 2019). Al igual que muchos países de América Latina, el proceso de envejecimiento se está dando sin un desarrollo económico capaz de asegurar los recursos necesarios para proporcionar a los grupos de mayor edad una calidad de vida aceptable (Martínez y Fernández, 2008). En tal sentido, según el Informe “Género, Salud y Desarrollo en las Américas: Indicadores Básicos del 2005” (OPS, 2013), la Esperanza de Vida a los 60 años es de 82 para las mujeres y de 79 para los hombres.
En los últimos treinta años del siglo XX la dinámica demográfica se modificó por el intenso descenso de la fecundidad y por consecuencia la estructura de las edades de la población. Es tiempo en que el mundo comienza su destino demográfico al envejecimiento. Ahora la preocupación por el cambio poblacional apunta a considerarlo como uno de los problemas socioeconómicos más trascendentes del siglo XXI.
En este sentido, el envejecimiento es el cambio gradual e intrínseco en un organismo que conduce a un riesgo creciente de vulnerabilidad, perdida de vigor, enfermedad y muerte. Tiene lugar en una célula, en un órgano o en la totalidad del organismo durante el periodo vital completo como adulto de cualquier ser vivo.
En la sociología de la vejez, los sistemas de cuidados se insertan en el campo más amplio de la discusión académica sobre el apoyo social. en la economía del envejecimiento, sin embargo, los cuidados se ubican en el ámbito de la seguridad económica, puesto que si las personas mayores debieran pagar por los servicios de asistencia que reciben de sus parientes, seguramente sus probabilidades de ser pobres aumentarían notablemente.
Existen tres fuentes de cuidado en la vejez: la familia, el Estado y el mercado. Ninguna de estas instituciones tiene competencia exclusiva en la provisión de cuidado y, como resultado de ello, no siempre existe una clara división entre la asistencia que presta cada una, aunque sí hay diferencias respecto de la responsabilidad principal que se les atribuye. Es por ello, que la red de apoyo más importante para el anciano está constituida de hecho por la familia (Marrugat, 2005), y en su rol de cuidadora de ancianos, ha sido señalada por tener como objetivo, mayor seguridad emocional y mayor intimidad, evitando al mismo tiempo los problemas psicopatológicos de la institucionalización: despersonalización, abandono, negligencia, confusión mental, medicalización exagerada y falta de afecto, entre otros. (Diéguez y De los Reyes, 1999) 
El cuidado de los familiares a los ancianos enfermos provoca en ellos problemas de diversa índole: influye en el desarrollo normal de sus actividades laborales, conlleva a privaciones en el cónyuge e hijos y restringe su vida social, generando agotamiento físico, estrés y angustia, e incluso provoca en ellos disfunciones o desequilibrio en todos los miembros de la familia (De los Reyes, 2001). En este sentido, cobran vida los cuidadores familiares, es decir, “la persona no profesional que ayuda a título principal, parcial o totalmente, a una persona de su entorno que presenta una situación de dependencia en lo que respecta a las actividades de la vida diaria” (Confederación de Organizaciones de la Unión Europea. COFACE, 2006). Esta ayuda regular puede ser proporcionada de modo permanente o no, y puede adoptar varias formas, particularmente cuidados básicos, ayuda en la educación y vida social, gestiones administrativas, coordinación, vigilancia permanente, apoyo psicológico, comunicación, actividades domésticas, entre otros.
El primer cuidador familiar suele ser el cónyuge y frente al desborde, los hijos, suelen ser quienes toman a cargo la tarea. En la práctica cotidiana son las mujeres las que cuidan de sus maridos afectados por distintas dolencias y habitualmente una de las hijas del matrimonio es la que debe continuar con la tarea (si es soltera o viuda suele ser la convocada), los hijos varones en muy pocas ocasiones se hacen cargo del cuidado de sus padres.
Estas necesidades específicas son el terreno dentro del cual adquiere relieve la figura del cuidador. Hoy día, el trabajo de cuidador, además de continuar siendo ejercido por miembros de la familia, ha adquirido prácticamente niveles de profesionalización, siendo cada día mayor la demanda de cuidadores capacitados, por lo que el tiempo dedicado al cuidado a la salud y las características de los hogares de los cuidadores y enfermos, son claves para determinar la percepción acerca de la realización del cuidado, visto como la acción de cuidar (preservar, guardar, conservar, asistir). El cuidado implica ayudar a la otra persona, tratar de incrementar su bienestar evitar que sufra algún perjuicio. En este sentido, es necesario conocer los aspectos socioculturales, la dinámica del hogar, las necesidades de los hogares, así como la percepción de las instituciones sobre el cuidado de los adultos mayores.
Cuando se trata del cuidado de las personas en el hogar, la responsabilidad recae principalmente en la familia, especialmente en las mujeres del hogar (Velasco, 2010), bien sea, por asignación sociocultural, elección del enfermo o auto asignación. Sin embargo, existen otros miembros del hogar, vecinos y amigos, que realizan actividades de cuidados adjudicadas a partir de su relación con el adulto mayor, o por la aceptación del mismo, y este se realiza de acuerdo al nivel de responsabilidad asignado y al tiempo disponible del cuidador. En este sentido, las mujeres asumen el liderazgo para la distribución de actividades y realizan las tareas de cuidado directo, y los hombres participan activamente en tareas secundarias y/o de apoyo (Isla, 2000).
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), considera que los motivos por los que se cuida a una persona mayor, es que la mayoría de las personas que cuidan a sus familiares están de acuerdo en que se trata de un deber moral que no debe ser eludido y que existe una responsabilidad social y familiar, y unas normas sociales, que deben ser respetadas. Sin embargo, no es ésta la única razón que puede llevar a las personas a cuidar a sus familiares. La mayor parte de estos cuidadores principales son, como se ha visto, mujeres: esposas, hijas y nueras. Hasta tal punto es así que ocho de cada diez personas que están cuidando a un familiar mayor son mujeres entre 45 y 65 años de edad. (SEGG, 2004).
Una de las principales razones de que la mayoría de los cuidadores sean mujeres es que, a través de la educación recibida y los mensajes que transmite la sociedad, se favorece la concepción de que la mujer está mejor preparada que el hombre para el cuidado, ya que tiene más capacidad de abnegación, de sufrimiento y es más voluntariosa.
Por otro lado, la experiencia de cuidado está muy influenciada por el tipo de relación que mantiene el cuidador y la persona cuidada, antes de que esta última necesitara ayuda para continuar respondiendo a las demandas de la vida cotidiana. El parentesco existente entre el cuidador y la persona cuidada es un importante factor que influye en gran medida en la experiencia de cuidado.
En la enfermería, los conceptos de cuidar, autocuidado y cuidado de sí, aparecen desde el surgimiento de la enfermería moderna. Varias cuestiones son expresadas en la literatura al respecto del trabajo de las enfermeras, del concepto y valoración de la enfermería y de la relación con las personas que reciben cuidados de enfermería.
En este sentido, Henderson, en la década del 50, enfatizó la participación del cliente en el cuidado de sí mismo y definió que la función de la enfermería es prestar asistencia al individuo, sano o enfermo, en el desempeño de las actividades que contribuyen para mantener la salud o para recuperarla, actividades que éste desempeñaría si tuviera fuerza, voluntad y el conocimiento necesario, de tal forma que se logre tornarlo independiente lo más rápido posible. (Potter y Peri, 1996 en Guillen 1999)
Entre tanto, ocurren diversas situaciones en la vida de los ancianos, tales como la perdida de la familia, recursos económicos insuficientes, conflictos familiares, y el hábitat en viviendas inadecuadas, que interfieren en el desarrollo de su vida. Esto hace igual, la particularidad de que los cuidados que deban brindarse a los adultos mayores, estén condicionados por ciertas características, sociales, económicas, culturales y educativas tanto de la persona cuidada como del cuidador, lo que hace pensar que el conocimiento y la experiencia del cuidador, son herramientas esenciales que permiten la satisfacción de las necesidades de la vida diaria del adulto mayor.
Es así como cuidar a un adulto mayor en el hogar, ofrece una gran cantidad de oportunidades y experiencias para aprender a cuidar al anciano, siempre y cuando estén dadas las condiciones sociosanitarias, económicas, de relaciones y educativas del cuidador. Asimismo, esta relación permite un aprendizaje y la estructuración de toda una serie de ideas, creencias y conceptos que los cuidadores van desarrollando en relación con el cuidado del anciano, razón por la cual se torna fundamental, rescatar sus opiniones, experiencias, sensaciones y emociones derivadas de su vida cotidiana.
Con base a lo anterior, Pinto (2006 p. 57), hace referencia de una relación transpersonal “paciente – cuidador”, y señala que “el cuidador puede ser la enfermera, o un miembro de la familia o un miembro del equipo de salud, un amigo o un vecino”, ya que ejemplifica el proceso de cuidado humano a humano y demuestra la mezcla de conocimiento científico de la enfermera y el arte de la experiencia interpersonal. El valor del cuidado humano y cuidar implica un nivel más alto del espíritu del ser. Cuidar involucra un compromiso ético o moral hacia la protección de la dignidad humana. Para Watson (1988), el cuidado significa “tratar al individuo como persona, preocupación y empatía, proceso de comunicación y esfuerzo extra, ya que es un fenómeno social universal que sólo resulta efectivo si se practica en forma interpersonal”.
Las experiencias se pueden ver reflejadas en las representaciones sociales que estos cuidadores tienen con respecto al envejecimiento y por consiguiente, a las acciones para brindar cuidado en esta fase de la vida. De igual modo, las representaciones sociales se construyen a partir de la objetivación, es decir de la consistencia dada a las ideas y coherencia entre las acciones y las palabras, y a través de la aplicación de ese esquema conceptual, a la realidad social y la vida cotidiana, es decir, al desarrollo de actos y de actitudes en la sociedad. (Moscovici, 1961)
Las representaciones sociales del cuidado brindado por los cuidadores familiares se estructuran con base a tres dimensiones: la información, la actitud y el campo representacional (imagen). La información se relaciona con los conocimientos que los cuidadores tienen acerca del adulto mayor a partir de la comunicación compartida socialmente y del tipo o forma de brindar los cuidados de acuerdo a la capacidad funcional; de la muestra de las emociones y la sensibilidad (actitud) que genera en el cuidador el adulto mayor, y del campo representacional que se refiere al modelo o imagen que el cuidador se hace de la acción del cuidado del adulto mayor. Cada cuidador es diferente, no puede interpretarse de una manera estática y lineal la transición de la persona cuidadora. A lo largo del proceso de cuidar, se irán manifestando sentimientos y conductas propias de diferentes etapas y se observarán avances y retrocesos.  
Vistas desde este ángulo, las representaciones sociales surgen como un proceso de elaboración mental e individual en el que se toma en cuenta la historia de la persona, su experiencia y construcciones personales propiamente cognitivas (Banch 1991).
Las representaciones sociales articulan campos de significaciones múltiples que son heterogéneas. Llevan las trazas de los diferentes lugares de determinación, pueden articular elementos que provienen de diferentes fuentes que van desde la experiencia vivida hasta la ideología reinante. Son una forma de conocimiento que tiene un carácter colectivo e individual, esto coloca a las representaciones en dos universos teóricos relacionados con las determinaciones sociales y con la conceptualización. (Jodelet, 2000)
Es importante mencionar que la aprehensión de la realidad se construye a partir de la propia experiencia de las personas pero a la vez de la interacción que establece con otras, por lo que puede decirse que el conocimiento que se adquiere en este proceso es construido y compartido socialmente. En esta afirmación encontramos que en la persona influye lo que la sociedad le transmite a través del conocimiento elaborado colectivamente y que esto incide en como se explica la realidad y como actúa.
Vistas de esta forma, las representaciones sociales se relacionan, directa y exclusivamente, con el sentido común de las personas, debido a que parte de la propia realidad de los seres humanos. Asimismo, son un producto social y, por lo tanto, el conocimiento generado es compartido colectivamente.
En este sentido, las representaciones sociales de los cuidadores se estructuran con base en 3 dimensiones: la información relacionada con los  conocimientos que los cuidadores tienen acerca del adulto mayor a partir de la comunicación compartida socialmente; de la muestra de las emociones y la sensibilidad que genera en el cuidador el adulto mayor, es decir la actitud; y del campo representacional que se refiere al modelo o imagen que el cuidador hace del anciano, por lo que representa la forma que tienen las personas de interpretar la realidad cotidiana.

Conclusión
Se trata de comprender los acontecimientos que se suceden y que los motiva a realizar el cuidado. Se busca generar un conocimiento que permita interpretar esa realidad, un conocimiento que dé respuesta al significado personal y social, y que dé respuesta acerca de las prácticas individuales y culturales, tomando en cuenta las perspectivas y experiencias de las personas que la viven. Esto conduce a entender de cómo los cuidadores ven y entienden la relación cuidado familiar – cuidado (Adulto Mayor). Es decir, el análisis interpretativo de los datos obtenidos para determinar el perfil básico de salud de los cuidadores familiares y adultos mayores que permita analizar el riesgo para la salud, así como para medir el conocimiento acerca de los cuidados brindados; y por el otro lado, la obtención de información e interpretación de la misma, para comprender las emociones y la imagen representacional del cuidador del adulto mayor.
El cuidador familiar actúa según el significado que el cuidado del adulto mayor represente para él o ella. Este significado surge de la misma interacción social y es modificado según el proceso de interpretación que el cuidador le dé. Es decir, que los conceptos de las realidades que se estudian adquieren significados especiales (Martínez, 1994). Es acá, donde se explora también, las distintas interpretaciones sociales de la realidad: la del cuidador familiar y la del investigador.
Es por ello, que investigar representa una forma convencional de  enfocar las representaciones sociales del cuidado hacia los otros y hacia sí mismo, tomando en cuenta el medio ambiente que influye de manera categórica, en el origen de estos eventos.
Por lo tanto, se deja por entendido que lo que se busca razonar en las representaciones sociales es el énfasis que se tiene sobre el fin común, el mantener soluciones sociales donde las respuestas se generen de manera participativa para el bien propio y para otros en general, de esta manera se comprende mejor la producción del conocimiento como el resultado de la unidad de diferentes áreas del saber, se valora la importancia del comportamiento humano como propósito de formación en la práctica enfermero, y se comprende la imagen representacional que del cuidado a las personas se hace enfermería como profesión.

Referencias bibliográficas
Banchs M. (1991) Representaciones Sociales: pertinencia de su estudio y posibilidades de aplicación. Boletín AVEPSO Nº XIV 1991.
Confederación de Organizaciones Familiares de  la Unión Europea (COFACE, 2006) Carta Europea del Cuidador Familia. Documento Disponible en: http://coface-eu.org/en/upload/WG%20HANDICAP/WG2-2007-CHARTE-ES.pdf [Consulta: 15 de noviembre de 2019]
De los Reyes Mra. (2001). Construyendo el Concepto de Cuidador Familiar. IV Reunión de Antropología Do Mercosul. Foro de Investigación: Envejecimiento de la población en el Mercosur. Curitiba, Brasil. Disponible en: http://www.redadultosmayores.com.ar/docsPDF/Regiones/Mercosur/Brasil/06CuidadoresdeAncianos.pdf [Consulta: 9 de octubre de 2019]
Diéguez, A. y De los Reyes, Mra. C. (1999) Institucionalización del Anciano y Cuidadores Familiares. XIV Congreso Argentino de Logoterapia: Hacia un envejecimiento con sentido. Mar del Plata, Argentina. Disponible en: http://gerontologiacr.blogspot.com/2011/07/institucionalizacion-del-anciano-y.html  [Consulta: 9 de noviembre de 2019]
Guillen, M. (1999). Teorías aplicables al proceso de atención de enfermería en Educación Superior. Rev Cubana Enfermer, ene.-abr. 1999, vol.15, no.1, p.10-16.
Instituto Nacional de Estadística (INE, 2011) Censo de Población y Vivienda. Disponible en: http://www.ine.gov.ve/index.php?option=com_content&view=category&id=98&Itemid=51#  [Consulta: 14 de abril de 2019]
Isla, P. (2000). El Cuidador Familiar: Una revisión sobre la necesidad del cuidado doméstico y sus repercusiones en la familia. Revista Cultura de los Cuidados. 1º y 2º Semestre. Año IV Nº 7 y 8. p. 87 – 194.
Jodelet, D. (2000). Representaciones sociales: contribución a un saber sociocultural sin fronteras. En: Denise Jodelet y Alfredo Guerrero, Develando la cultura. Estudios en representaciones sociales, México, UNAM, pp.7
Marrugat, M. (2005) La familia cuidadora y su incidencia en la calidad de vida de las personas dependientes. Rev Mult Gerontol 2005;15(3):171-177
Martínez M. (1994) La Investigación Cualitativa Etnográfica en Educación. Manual teórico – práctico. 2ª edic. México: Trillas.  
Martínez, A. y Fernández, I. (2008). Ancianos y Salud. Documento en línea disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/mgi/vol24_4_08/mgi10408.htm. [Consulta: 7 de octubre de 2019]
Moscovici, S. (1961). El Psicoanálisis, su imagen y su público. Buenos Aires: Huemul 1979.
Naciones Unidas (2002). Informe de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. Disponible en: http://inmayores.mides.gub.uy/innovaportal/file/1625/1/plan_internacional_de_madrid_sobre_envejecimiento_2002.pdf [Consulta: 15 de octubre del 2019]   
Organización Mundial de la Salud (1998). Informe sobre la salud en el mundo. La vida en el s. XXI: una perspectiva para toso. Documento de la OMS. Ginebra.
Organización Panamericana de la Salud (2004). Informe sobre Envejecimiento y la Salud en América Latina y el Caribe (MIAH).  Washington D. C.
Organización Panamericana de la Salud (2013). Informe sobre Género, Salud y Desarrollo de las Américas. Indicadores Básicos 2013. Nº 2. Washington D.C Disponible en: http://iris.paho.org/xmlui/bitstream/handle/123456789/28262/Ind-basicos-gen2013_spa.pdf?sequence=1&isAllowed=y. [Consulta: 02 de diciembre de 2019]
Pinto, N. (2006). Hacia un modelo de cuidado en el hogar. En: Cuidado y práctica de enfermería. Grupo de cuidado. Facultad de Enfermería. Universidad Nacional de Colombia. p.p. 57 – 71
SEGG (2004). Gaceta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Año 3, Número 1. Disponible en: http://www.segg.es/segg/pdf/gaceta/ano3_num11.pdf. [Consulta: 26 de octubre de 2019]
Velasco, A. (2010). Cuidador familiar del adulto mayor. Características y perfil de salud. Red Ambulatoria Venezuela, Mérida, Venezuela. Volumen V. Número 21 - Noviembre 2010. Disponible en: http://www.portalesmedicos.com/revista [Consulta: 19 de noviembre de 2019] 
Watson, J. (1988) Cuidado humano en Enfermería. Una Teoría de Enfermería. Natinal League for Nursing.